Heidelberg es una caja de sorpresas para aquellos que combinamos el amor por la literatura con los paseos relajantes e inspiradores; uno nunca sabe dónde va a encontrarse con la próxima referencia literaria.
No en vano Heidelberg es la cuna del romanticismo. Sus paisajes idílicos, con el río Neckar fluyendo a la vera del casco antiguo, sus alrededores boscosos, el Philosophenweg, el Königstuhl, las ruinas del castillo y los puentes que conectan ambas partes de la ciudad, evocan en el espíritu una bella sensación de armonía que llama a la creación, a la reproducción de tan inspirador mundo en un papel, en un lienzo o en unas partituras. Por alguna razón se dice que Heidelberg es la ciudad alemana a la que se han dedicado más poesías y cancioncillas populares. No me podía permitir dejar esta ciudad sin hacer un recorrido por esa lírica heidelbergense, ese ambiente literario del que sólo son conscientes el biblófilo y el literato.
Por las razones ya aducidas, y al ser ciudad universitaria, en Heidelberg han vivido los hombres más destacados de las letras germanas. Empezar por Goethe es una exigencia para alguien que en su último artículo lo elevó a la categoría de Cervantes germano. Goethe estuvo en sus más de 80 años de visita por toda Alemania y Heidelberg no fue una excepción. En la Karlplatz se encuentra el Palais Boisserée, actualmente reencarnado en el instituto de Germanistik de la Universidad de Heidelberg. Allí vivió Goethe durante varias semanas invitado por los hermanos Boisserée. Este es el poema que le inspiró Heidelberg:
Ros und Lilie morgentaulich
Blüht im Garten meiner Nähe;
Hinten an , bebuscht und traulich,
Steigt der Felsen in die Höhe;
Und mit hohem Wald umzogen
Und mit Ritterschloß gekrönet ,
Lenkt sich hin des Gipfels Bogen,
Bis er sich dem Tal versöhnet.
Blüht im Garten meiner Nähe;
Hinten an , bebuscht und traulich,
Steigt der Felsen in die Höhe;
Und mit hohem Wald umzogen
Und mit Ritterschloß gekrönet ,
Lenkt sich hin des Gipfels Bogen,
Bis er sich dem Tal versöhnet.
Que muy humildemente podría traducirse así:
Rosas y azucenas bajo el rocío de la mañana
florecen en el jardín de al lado
Detrás, rodeada de arbustos y cómoda
hállase una roca a su altura;
y rodeada de altos bosques
y coronada por un galante castillo
avanza hasta el arco de la cumbre
hasta sosegarse con el valle.
No cabe la menor duda de que la poesía es la modalidad literaria que más se resiente de las traducciones, pero valga el ejemplo para resaltar el carácter naturalista del padre del romanticismo.
Palais Boisserée |
Cualquiera que haya vivido en Heidelberg, habrá quedado enamorado del Philosophenweg. Protegido de los turistas despistados por una entrada difícil de encontrar, el Camino de los Filósofos o, con más propiedad, de los Estudiantes, es una ruta que concentra en sus cerca de dos kilómetros el atractivo de la ciudad. Rodeado por una abundantísima vegetación, desde lo alto del camino puede verse la clásica estampa de la ciudad de Heidelberg, que inmortaliza el Alte Brücke, el castillo y todo el casco antiguo. También hay bancos para hacer un alto en el camino. Justo en frente de uno hay erigida una piedra en homenaje al poeta alemán Hörderlin, que vivió entre 1770 y 1843 y que en su oda Heidelberg se refirió a ella como "der Vaterlandsstädte Ländlichschönste" es decir, la ciudad más preciosa de la patria.
Monumento dedicado a Hölderlin |
La última selección de versos sobre la ciudad del Neckar nos lleva al Castillo de Heidelberg, donde se encuentra el "Grosse Fass", un enorme barril de madera que se utilizaba para el suministro de vino del castillo. Fueron muchos los poetas que, asombrados por su tamaño, no dudaron en dejar negro sobre blanco sus impresiones. Uno de ellos fue Heinrich Heine, poeta alemán que vivió entre 1797 y 1856 y que es considerado el último poeta del romanticismo. Aquí reproduzco algunos versos que le dedicó al gran barril:
Die alten, bösen Lieder,
Die Träume schlimm und arg,
Die laßt uns jetzt begraben,
Holt einen großen Sarg.
Hinein leg ich gar Manches,
Doch sag ich noch nicht was;
Der Sarg muß sein noch größer
Wies Heidelberger Faß.
Die Träume schlimm und arg,
Die laßt uns jetzt begraben,
Holt einen großen Sarg.
Hinein leg ich gar Manches,
Doch sag ich noch nicht was;
Der Sarg muß sein noch größer
Wies Heidelberger Faß.
Las viejas y malvadas canciones
los sueños malos y graves
Vamos a enterrarlos
busquemos un gran ataúd.
Pondré en el algunas cosas
pero no diré todavía cuáles
El ataúd debe ser más grande
que el barril de Heidelberg.
Lo que he expuesto en esta entrada no es más que la punta de un iceberg que un humilde aficionado como yo no puede más que mirar superficialmente. No obstante, espero que aquellos viajeros literatos que me lean decidan tomarse un descanso en su camino y alojarse unos días en la vieja y bella ciudad de Heidelberg.
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