Indiqué en un artículo hace unas semanas, que empezaría el blog in medias res por cuestiones circunstanciales y capricho de las musas, así que me sentía en deuda con los lectores, que no han podido, hasta hoy, conocer el comienzo de mi aventura Erasmus. He aquí pues mi primera crónica en Heidelberg:
Como dice la clásica canción yo también he perdido el corazón en Heidelberg. Aunque a decir verdad he perdido tantas cosas aquí. En tan sólo dos semanas llegué a perder la paciencia, un kilo, el miedo a hablar alemán y muchos prejuicios, sobre mí y sobre el extranjero. Durante las últimas semanas he tenido tantos pensamientos en la cabeza que me ha costado una eternidad decidirme por uno, así lo mejor será desarrollar los hechos tal y como vengan a mi cabeza.
A los amantes de la aventura y la odisea les encantará la historia de cómo conseguí llegar a Heidelberg. Lunes, 1 de octubre, 5 de la mañana, aeropuerto de Málaga, caras de cansancio, gente durmiendo, torre de babel, cafés, maletas, más maletas y, por mi parte, nervios, incertidumbre, cero horas de sueño y una extraña sensación que me invade el cuerpo. ¿miedo? ¿emoción? ¿nostalgia? ¿pre-nostalgia? No importa. Hay sensaciones que sólo pueden expresarse con un ritmo musical y no con palabras. El día anterior estuvo lleno de despedidas, preparación de las maletas, apuntes de direcciones y planes que luego Dios sabe si se llevarían a cabo.
A las 7 de la mañana despegó el avión con destino a Frankfurt. Un vuelo tranquilo, sin sobresaltos y dominado por el cansancio y el sueño. Sólo más tarde me daría cuenta de que esas tres horas de vuelo serían mis últimos momentos de reposo hasta la noche. Justo al aterrizar comenzaron los problemas, cómo no, en forma de desorientación. Pensé yo que me encontraba en el Aeropuerto internacional de Frankfurt, justo al lado de la estación de trenes, desde donde llegaría a Heidelberg. Cuando llegué, me sorprendió lo pequeño que era. Había leído que el de Frankfrut era el tercer aeropuerto con más tránsito de Europa. Quién me iba a decir a mí que en Frankfurt hay dos aeropuertos y que yo me encontraba en el de Hahn, a una hora de la estación. Entre el cansancio y el choque cultural, apenas pude balbucear unas preguntas en alemán en un punto de información. De repente es como si se me hubiese olvidado el alemán. Tras un cuarto de hora de preguntas con respuestas poco diáfanas, logré rescatar cierta información de mi interlocutora. Había un autobús que me dejaba directamente en Heidelberg sobre las 4 de la tarde, pero justo a las 4 menos 10 tenía que estar en la pequeña localidad vecina de Neckargemünd, ya que tenía una entrevista en la que esperaba fuese mi residencia en Heidelberg, así que tuve que coger un autobús hacia la estación y ya en ésta un tren hasta Neckargemünd. 15:30. Neckargemünd. Ahora el objetivo era dar con la casa en la que tenía que presentarme. Con una maleta de 20 kilos a cuestas, la tarea no iba a ser sencilla, y más cuando, después de preguntar a varios transeúntes, caí en la cuenta de que no tenía el número concreto de la casa. Durante unas horas me desapareció el cansancio y el hambre y mi cuerpo comenzó a alimentarse únicamente de la rabia del momento. Derrotado y desilusionado, pero con fuerzas para continuar al siguiente día, emprendí el viaje hacia Heidelberg y hacia el albergue en el que me hospedaría los siguientes días. "Mañana será otro día", pensé.
Dice el refranero español que a quien madruga, Dios le ayuda.Y en mi segundo día este dicho se cumplió a rajatabla. Me levanté a las 7 de la mañana para aprovechar el día buscando piso. Si mi primer día en Heidelberg estuvo marcado por la desorientación, la derrota, el cansancio y la mala suerte, en mi segundo día, con las pilas recién cargadas, tuve la oportunidad de apreciar la belleza de la ciudad, de conocer gente y, sí, por fin, de encontrar alojamiento, en una residencia desde la que ahora, mientras navego por mis recuerdos, tecleo estas líneas. Han pasado ya casi dos meses. Ahora estoy completamente asentado en la ciudad, la conozco como la palma de mi mano, cosa no muy difícil, y he arreglado todos los temas burocráticos con la universidad. Sin duda, han sido muchas las impresiones que me ha producido esta experiencia hasta ahora, pero no hay ni espacio, ni contexto para continuarlas en esta entrada, sino en las muchas más que me quedan por escribir. En realidad, es con este artículo con el que debería haber empezado mi blog, pero la inspiración es caprichosa y me sugería otros temas e impresiones. Ahora tengo que seguir con mis traducciones. ¡Saludos!
Hola, me gustaría saber si el mercado de navidad de Ludwigshafen merece la pena. Viajamos el fin de semana que viene a Frankfurt y pensamos en acercarnos a visitarlo. Gracias.
ResponderEliminarBuenas:
ResponderEliminarNada del otro mundo. Mejor el de Colonia o Munich. Pero si solo podéis visitar el de Ludwishafen, echadle un vistazo que os va a gustar ;)
Nos alojamos en Frankfurt de viernes noche a lunes a la mañana y pienso que no nos dará tiempo de visitar colonia o munich. Nuestra idea es acercarnos un día a Heidelberg y a la vuelta parar en Ludwigshafen a visitar el mercado de navidad, queda lejos de la estación de tren? gracias
ResponderEliminarNo, no queda lejos. Os da tiempo de sobra a ver Ludwigshafen. Lo recomiendo, si no podéis ir a Colonia. Saludos.
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