sábado, 6 de abril de 2013

Sobre las ruedas

Sentado en los últimos asientos del bus, miro a través de la ventana sumido en mis cavilaciones rutinarias. La estampa de los todavía desnudos árboles con el río Neckar de fondo se presenta como escenario ideal para la obra de mis pensamientos. Cuando llegué aquí en octubre, todos estos paisajes me embriagaban el alma, me concedían material de primera calidad para llenar folios y folios de alabanzas en verso y prosas wertherianas. Ahora, varios meses después, apenas si los distingo del resto del entorno, como si estuviese ante otra gasolinera o restaurante. Tal es la fuerza de lo cotidiano. De repente, la sensación de belleza conocida cesa, cuando poso mi mirada sobre una muchacha que acaba de entrar en la última parada y se ha sentado justo delante de mí. Sus rasgos son los de una auténtica belleza nórdica: nariz fina y puntiaguda, cabellos rubios y lacios, tez pálida y ojos azules perdidos en el paisaje. Es increíble la cantidad de caras nuevas que se ven en un autobús, las innumerables historias que se escuchan, la inevitable complicidad de quienes cumplen con su deber matinal. Utilizar el trasporte público se ha convertido en mi día a día desde que puse mis pies sobre Heidelberg, así que ya iba siendo hora de dedicarle unos minutos de escritura.

Lo que sin duda llamó mi atención desde el primer momento fue el silencio que envuelve los viajes en bus, tren o tranvía. Rara vez se dan cita conversaciones a no ser que nos encontremos en hora punta o un contingente de colegiales haga acto de presencia. También he notado que la forma en que se accede es distinta. Al contrario que en Málaga, la gente normalmente entra en el bus sin validar el billete. Esto se debe a que suele llevar consigo un bono que en el caso de los estudiantes se llama Semesterticket y sirve para poder utilizar todos los sistemas de trasporte de la empresa que opera en cada región determinada. El mío cuesta 141 euros y su periodo de validez - como indica el nombre - es de seis meses. ¿Pero no facilita este sistema que la gente se cuele? Digamos que, como otras tantas cosas en Alemania, está basado en una relación de confianza por parte del vendedor y miedo por parte del cliente. Puedes colarte cuantas veces quieras, pero de vez en cuando pasan revisores y si te pillan te cae una multa de 40 euros. En el bus o el tranvía no es muy común ver inspectores, pero en el tren es la norma. Así que si estáis planeando visitar Alemania, tenedlo en cuenta.

Como en España, viajar en tren es bastante caro, pero existen ofertas para grupos que invitan a emular a Jack Kerouac y sus amigos y hacerse un On the road por toda Alemania. Una de estas ofertas es el ticket  Schönes Wochenende (Buen fin de semana). Por 42 euros se puede viajar sábado y domingo por el territorio federal en grupos de como máximo 5 personas. Además, en Alemania es muy común hacer autostop y con un poco de paciencia y generosidad de los conductores te puedes acercar a tu destino y conocer a gente maravillosa de paso. Además, existe la Mitfahrgelegenheit (Ocasión de viaje compartido). En su página web, conductores que tienen que hacer un viaje a la ciudad X lo anuncian y por un precio muy reducido puedes ir con ellos. Una muestra más de la capacidad de asociación que tienen nuestros vecinos germanos.

En otro orden de cosas, la figura del coche es muy importante en Alemania. Los alemanes ven su industria automovilística y sus coches personales como motivo de orgullo nacional. En más de una ocasión, esperando el bus, he hecho la cuenta de los coches que pasaban y en torno a dos tercios eran de marca alemana. Audis, BMW's, Volkswagens, etc. pueblan las calles del país y una buena parte de las del extranjero. En cuanto a los taxis, no hay mucho que decir, son igual de caros que en España y el contador corre a velocidad de vértigo.

Por último, merecen un homenaje aparte las bicicletas. En Heidelberg, como buena ciudad universitaria, son el medio de transporte más popular. Y es que desde hace muchos años forman parte de la tradición universitaria alemana. Es el vehículo de estudiantes y profesores por excelencia. Los carriles bici están muy avanzados y llegan a las partes más frecuentadas de la ciudad. Como mencioné en el artículo anterior, también cumplen una función ecológica que traduce el humo y el ruido de claxon en un agudo sonido de timbre al que acompaña una igualmente aguda voz femenina que dice "Entschuldigung" para que la deje pasar. Con tanta reflexión no me había percatado de que voy por medio del carril.





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